domingo, 18 de diciembre de 2011

El cliente tiene ¿siempre? la razón.

Siendo un niño de diez años (año arriba, año abajo), me llamó poderosamente la atención un póster que vi en una tienda en donde se explicaba "El reglamento de El Jefe". Las tres primeras reglas eran las siguientes:

1.- El Jefe tiene razón.
2.- El Jefe tiene siempre razón.
3.- Si el Jefe no tuviera razón, se aplican los artículos 1 y 2.

Muchos años me costó entender aquello. Mi paso por la mili y discutir sobre momentos flectores en vigas hiperestáticas con un comandante reforzó mi comprensión acerca de tan complejo tema.

Gracias a Dios, en ciertos ámbitos podemos aprovecharnos de las tres primeras reglas de El Jefe. Me refiero cuando vamos de clientes a comprar en la tienda X. Lo digo porque hace unas semanas me contaba una lectora de este blog lo mal que le trataron en la tienda de toda la vida. Su indignación le llevó a decidir no volver más. Efectivamente, el mercado de libre comercio en el que vivimos, nos permite elegir entre muchísimas ofertas. Así que los vendedores desagradables (cada vez hay menos, pero a veces te topas con alguno de ellos) tendrán que hacer de tripas corazón y pensar que si no le caigo bien al cliente no volverá por mi comercio.

Yo voy a contar una cosa que me sucedió en el OTANO. No me importa poner el nombre con mayúsculas ya que aquel día me faltó poco para escribir una carta en el periódico local. El Otano es uno de los mejores restaurantes de Pamplona. Está en el casco viejo en la calle San Nicolás. Digo que es uno de los mejores porque cuando me preguntan por el, siempre digo que es muy bueno porque lo es... aunque yo haya jurado no volver a pisarlo. Y es que "lo cortés no quita lo valiente". ¿qué me pasó en el Otano? Pues que hace cosa de cinco años fuí a comer un sábado cualquiera y comí estupendamente. Pedí la cuenta y tardaron tres cuartos de hora en traérmela. Esto no es de recibo en un restaurante de esta categoría. Aunque yo no tenga pinta de rico y no sea cliente habitual. Así que, como en Pamplona habrá varias decenas de restaurantes de todo tipo, he jurado no volver. Otra cosa que hice aquel día en el Otano fue no dejar propina. Siempre suelo dejar propina cuando el servicio es bueno (es decir, casi siempre). Mi desprecio hacia el trato recibido aquel día empezó por no reconocerles ese extra y, siempre que me preguntan por el restaurante en cuestión, siempre digo que no pienso volver.

Como esta, podemos tener muchísimas anécdotas y sucedidos. Mención aparte merecen las compañías telefónicas. Sobre ellas pienso desahogarme otro día despacio porque se merecen no una, sino varias entradas.

Ya sabéis, si os tratan mal, siempre hay otra tienda de lo mismo muy cerquita. Ahora, si como ANTONIO BANDERAS en DESPERADO, os encontráis un cartel que pone "The client is always wrong", desconfiad.

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