sábado, 19 de enero de 2013

Rudyard Kipling

El viernes pasado tuve ocasión de pararme a tomar café con un amigo al que siempre me parece interesantísimo escuchar. El café tuvo que ser rápido porque nuestro modo de vida es rápido y casi nunca tenemos tiempo ni de escuchar ni de pensar... así nos van las cosas. No obstante, los tres o cuatro temas que pudimos debatir y en los que planteamos nuestros puntos de vista, fueron la mar de interesantes (he de decir que, entre personas educadas, se pueden plantear temas con puntos de vista diametralmente opuestos y no llegar a las manos y aprender de la conversación... a ver si algunos en nuestra sociedad toman nota...).

Una de las cosas que me comentó, fue acerca del arquitecto JEAN NOUVEL (podéis ver algunas cosas de él en su página web: http://www.jeannouvel.com/ y en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Jean_Nouvel o pasaros por Barcelona y admirar la torre que ha construido allí y que no pasa desapercibida...). Bueno, pues este arquitecto, al parecer, por tres veces se arruinó y por tres veces se rehizo. Y es que cuando uno tiene una meta, un sueño, un hilo conductor en su vida, el éxito y el fracaso no son decisivos.

Y entonces me acordé de RUDYARD KIPLING (http://es.wikipedia.org/wiki/Rudyard_Kipling) y uno de sus poemas más conocidos. Os lo reproduzco a continuación para que lo leáis despacio. Si nos comportáramos como aquí se dice, probablemente nos iría de otro modo en nuestra vida. Y es que:

Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría
tus ganancias de siempre a la suerte de un día,
y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.

O también:

Si tropiezas al triunfo, si llega tu derrota
y a los dos impostores los tratas de igual forma.

Aquí os va todo completo para que lo leáis. Hay diferentes versiones debidas a la traducción, yo he elegido la que más familiar me era. Que la disfrutéis.

Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan,
y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.
Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera;
si, engañado, no engañas;
si no buscas más odio que el odio que te tengan....
Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres;
si, al hablar no exageras lo que sabes y quieres.
Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo;
si piensas y rechazas lo que piensas en vano.
Si tropiezas al triunfo, si llega tu derrota
y a los dos impostores los tratas de igual forma.
Si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofisma del Orbe encanallado.
Si vuelves al comienzo de la obra perdida,
aunque esta obra sea la de toda tu vida.
Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría
tus ganancias de siempre a la suerte de un día,
y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.
Si logras que tus nervios y el corazón te asistan
aun después de su fuga de tu cuerpo en fatiga
y se agarran contigo cuando no quede nada
porque tu los deseas y los quieres y mandas.
Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud.
Si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz.
Si nadie que te hiera llega a hacerte la herida.
Si todos te reclaman y ninguno te precisa.
Si llenas los minutos de cada nuevo día
con sesenta segundos de avanzar en tu vida...
Todo lo de esta Tierra será de tu dominio,
Y mucho más aún; serás HOMBRE, hijo mío.



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