domingo, 8 de julio de 2012

Una nueva experiencia

La vida se forja a base de experiencias. Sucesos que van apareciendo a lo largo de nuestra existencia que conforman nuestro carácter, nuestras decisiones y nuestro devenir. La clave de una experiencia es que hay que "sufrirla" en persona. No vale verla en el prójimo, hay que pasarla por uno mismo.

Hace unos días viví una de estas experiencias que, de algún modo, te dejan una cierta huella: tenía un panal de abejas en el jardín, en un lugar complicado y estuve ayudando a un vecino, experto (expertísimo) en el tema, a quitarlas. Me llamó mucho la atención la forma de trabajar del vecino: señor de cierta edad, amante del campo y conocedor de las abejas. En ningún momento se le vio nervioso o con prisa.  Bien es cierto que la premisa que me dio antes de ponerme el mono (que más bien parecía la escafandra de "2001") fue: "si te pones nervioso o haces movimientos bruscos: te picarán." Además, el mono le deja a uno las manos al descubierto, con lo cual es mejor hacer caso.

Fueron casi tres horas de estar rodeado de un continuo zumbido. El vecino cogía las abejas con las manos (con extrema delicadeza siempre), las acariciaba. Manejaba los panales como si fueran papeles de delgada seda. Siempre sin prisa, siempre moviéndose con tranquilidad. Después de esto, cualquier araña, mosca, polilla, avispa o bicho que pulule a mi alrededor me va a dejar indiferente: tener un enjambre de abejas alrededor ha marcado un nivel tal que el lo demás es cosa de niños.

Hay un par de conclusiones que he sacado de esto a las que no dejo de dar vueltas en la cabeza:
¿No podemos trabajar en esta sociedad occidental como si manejásemos un panal de abejas? Despacio. Con tranquilidad. Sin perder el tiempo y con pasos bien meditados.
La otra conclusión es que nos parecemos mucho a las abejas. Apelotonadas alrededor del panal. Trabajando sin descanso. Haciendo todas lo mismo.

Deberíamos ser apicultor y no abeja. O mejor: tomar un poco de cada mundo. ¿no creéis?

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