sábado, 29 de marzo de 2014

Ni bebas agua que no has de ver ni firmes papel que no has de leer

Si se busca en la web, el refrán no es exactamente así. Yo lo conozco de esta manera porque así me lo enseñó un tío mío que trabajaba en la sucursal de un banco. Y, básicamente, me venía a decir que cuidásemos muy bien los detalles y la documentación de los negocios en los que, sin duda, la vida nos termina envolviendo.

Saco a colación este refrán, porque el jueves pasado tuve una conversación de casi veinte minutos con una comercial de Orange, compañía telefónica a la que tengo contratado el teléfono fijo, el ADSL y la línea de mi teléfono móvil. La comercial que, dicho sea de paso, en toda la conversación demostró una excelente educación y muchas dotes de persuasión, intentaba hacerme una oferta mejorando mis condiciones y mi factura en lo que se refiere a telecomunicaciones domésticas. Digo que intentaba porque desde el primer minuto de conversación me negué en redondo a hacer un contrato de voz. Hay que saber que estoy con la compañía francesa porque, después de 15 años con Telefónica-Movistar, caí en una oferta telefónica (de la propia Movistar) en la que me ofrecían el "oro y el moro". Resulta que al final no fue así y terminé con ellos después de una resolución de junta arbitral que gané con la ayuda de una asociación de consumidores.

Como “gato escaldado hasta del agua fría huye”, a la comercial de Orange le di dos opciones: 1.- me manda Vd. el contrato por escrito, yo lo leo, decido y se lo devuelvo firmado o 2.- me dice a que tienda de Orange tengo que ir para que, cara a cara con un comercial, firmo el documento con la oferta. A la primera opción me dijo que no era posible, que eso no lo hacía nadie… a lo que contesté que sí: que lo hace El Corte Inglés. A lo que me contestó que “El Corte Inglés es El Corte Inglés y que Orange es Orange”. Y a la segunda opción me dijo que esa oferta era exclusiva suya y que en ninguna tienda me iban a hacer la oferta que ella me hacía.

Total: 20 minutos de conversación. Supongo que comentaría por la noche con sus amigos que había tenido a un cliente cabezón que no quería ahorrar. No obstante, prefiero pagar más a tener líos por no hacer las cosas bien.

Pensaba, unas horas después, que, aunque esté recogida en el derecho la posibilidad de hacer un contrato telefónico, no es lo más adecuado. La firmeza de uno es lo único que hace que “no nos metan goles” (aunque, con toda seguridad, en este caso lo único que pretendía la compañía era aumentarme el período de permanencia). Si todos nos mostrásemos firmes en muchos asuntos, seguramente seríamos más respetados… y no sólo frente a los comerciales sino en otros muchos aspectos de la vida.

Y, aunque ya sé que a muchos de mis seguidores no les gusta el fútbol, para terminar un símil futbolístico:

¿Cuántos goles nos dejamos meter cada día?

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